A mí no me gustan las máscaras, ni aún las más bellas no saben de rubor ni de lágrimas, no les tiembla el mentón por el miedo a la desesperanza, en un mundo de caretas y apariencias, el mundo entre tanta hipocresía.
Y yo:
¿Qué puedo decirte para que olvides las prisas?
Para que cambies esa cara de sicario por una sonrisa.
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