23/11/14

Gasolina

Me puede el sacudido olor de gasolina. Cuanto más lo huelo soy más aditiva. Me hierven por la sangre las espinas de tu tiempo. El tiempo se hizo espina para acabar con el lamento. No puedo decir lo que siento, me cuesta inventarme un cuento. Somos el ave rapaz que vuela libre con el viento. Soy una comida sin condimento. Miento. Siento. El oloriento perfume de tu cuerpo se desvanece como un aroma estetereo. No puedo parar de olerlo. Es como la gasolina, pura adrenalina.  Esa espina de la que antes te he hablado, lo he proclamado. No me lo he inventado, solo lo he construido mirando hacia otro lado. Escribo sin inspiración y con respiración agitada. Lloro cada noche con mi almohada. Me miro y no veo nada.  Somos el elixir de confianza que no escribe alabanzas, sino enseñanzas que acarician nuestras entrañas y telarañas. Juego con cada palabra. El sabio acecha insistente y se la labra. Escalera que sube hacia mi pasarela. Escuela que se aprende subiendo, creciendo, sintiendo, oliendo. Y todo huele a gasolina, insulina de este incendio.